El Duque de La Euforia

Los superlativos, los extremos. La realidad rara vez los tiene. La realidad parece disfrutar más de sí misma en cuanto mas mescolanza de colores borroneados pueda ser. Quiere ser hetero y homogénea a la vez. Quiere obtener un balance no mediante minuciosidad de sus componentes sino por la infinita cantidad de elementos que se chocan y se empujan y se manchan y se cortan y se escupen en la cara. Cuando conocés a uno de sus habitantes del momento, los superlativos no suelen ser absolutos en la estructura (que nunca parece estructurada) de su personalidad. Nadie es La Seriedad. El tipo mas serio del mundo tiene una ramificación del alma que lo obliga a hacerle caras bobas a los infantes que se lo quedan mirando por la calle. Nadie es La Calma. Cuando cometiste el error de escribir sobre la carta de amor que le hicieron al tipo mas calmo del mundo en la secundaria de repente te lo encontrás abriéndote el estómago con un machete tal zipper de campera y no tenés tiempo de preguntarte de donde carajo viene el olor a vómito antes de que el señor sereno te devore las entrañas. El Duque es la excepción. Si hay algo que es, es la excepción. Euphoria fill me with your song.